11 indicios para saber si tienes madera de diplomático
Definir a un diplomático no es cosa fácil pero quizás se entienda mejor sabiendo las características que definirían al menos a un buen diplomático.
1. Ganarse a la gente es una profesión.
“Well, the thing that I learned as a diplomat is that human relations ultimately make a huge difference.” Madeleine Albright
El principal valor añadido de un diplomático consiste en conocer la realidad de su entorno. Para ello, no hay otra forma de empaparse del país en el que está sumergido si no es estableciendo redes de contactos fiables que te permitan tener un plus de información. Algunos lo llamarían espiar, otros dirían que se trata de cautivar.
2. Trabajar todo lo que sea necesario para lograr el objetivo.
“La diplomacia es la política vestida de etiqueta.” Karl Kraus
La segunda y tercera temporada de House of Cards (no spoiler) retratan una apasionante, incesante y agotadora lucha de poder entre las maquinarias administrativas de la política exterior estadounidense, china y rusa por conseguir imponerse. Esa ficción es también una realidad en el día a día del diplomático: cuando se fijan objetivos de Estados, se trabaja incasablemente hasta lograrlos.
3. Manejar las sutilezas del lenguaje.
“Diplomacy is the art of telling people to go to hell in such a way that they ask for directions.” Churchill
En la diplomacia las palabras importan porque de lo contrario, como decía Bertrand Russell “si te equivocas en el término, te equivocas en el concepto”. Por esa razón, un diplomático debe saber lidiar con las sensibilidades que el lenguaje puede implicar. La imprecisión a la hora de manejar asuntos delicados puede llevar a conflictos complicados.
4. Defender tu posición con suavidad o con contundencia -si hiciera falta.
“La guerra es la continuación de la política por otros medios”. Von Clausewitz
Ser diplomático y ser un diplomático no siempre van de la mano. El adjetivo se refiere a una persona con mano izquierda, talante y el disimulo suficiente para seducir mediante la palabra. Sin embargo, el sustantivo define una profesión en la que se procura funcionar con cortesía pero si es necesario, un diplomático puede y debe ser tan tajante como persuasivo.
5. Saber un poco (o mucho) de todo.
“A diplomat who says “yes” means “maybe", a diplomat who says “maybe" means “no”, and a diplomat who says “no” is no diplomat.” Talleyrand
Un diplomático no es un politólogo pero tiene parte de político; no es un abogado pero sí un jurista; tampoco es un economista pero sí sabe interpretar la economía; ni es un periodista pero sí necesita ser un comunicador; al igual que no es un psicólogo pero sí debe saber leer a las personas. Por eso, mezclando todos estos ingredientes, el resultado es un buen diplomático, un generalista capaz de conjugar todos esos sombreros en una única profesión.
6. Manejarse con comodidad fuera de la zona de confort.
“Find comfort in discomfort”.
El trabajo de diplomático conlleva una vida desequilibrada a la que arrastra a su familia. Uno no se hace diplomático para viajar sino a sabiendas que cada dos, tres o cuatro años tendrá que trasladar su vida, la de su cónyuge y la de sus hijos de una esquina a otra del mundo, ni más ni menos. Puede llegar a ser duro pero ante ello, queda el gozo y la recompensa de trabajar en entornos internacionales, el enriquecimiento del crecimiento personal que da acostumbrarse a salir de la rutina permanentemente y la oportunidad de vivir experiencias fuera de lo común.
7. Tener vocación de servicio público y sentido de Estado.
“El diplomático es una persona que primero piensa dos veces y finalmente no dice nada.” Churchill
Trabajar en la defensa de tu país, de sus ciudadanos o contribuir a la solidaridad respecto al resto del mundo son elementos palpables en el día a día de un diplomático. Quizás esto se vea más claro mediante cuatro ejemplos concretos. España cuenta con diplomáticos en países en guerra como Afganistán o Irak; los envía donde no los hay para ocuparse de las crisis como en el terremoto de Nepal; los moviliza para atender a sus ciudadanos en emergencias como en los atentados de Bruselas y los traslada para distribuir ayuda humanitaria cuando es necesario.
8. Ser un equilibrista.
“Inglaterra no tiene amigos permanentes ni enemigos permanentes. Inglaterra tiene intereses permanentes”. Lord Palmerston
Un diplomático es un analista que participa en la cadena de toma de decisiones gubernamentales y como tal, está expuesto a influencias externas. Su objetivo es por lo tanto evitar tergiversaciones, guardar cierto escepticismo y preservar un espíritu crítico. A la vez, no debe olvidar que representa a un Estado cuyos intereses prevalecen por encima de todo. Dicho de otro modo, un diplomático tiene que ser un funambulista que nade entre las presiones con criterio y lealtad.
9. Tener un gusto por los idiomas.
“Si habláramos un idioma diferente, percibiríamos un mundo en cierto modo diferente”. Wittgenstein
Aunque la mayoría de diplomáticos se suelen valer del inglés, el francés y el español, no hay atajo para conocer en profundidad un país si no es aprendiendo el idioma local. La necesidad varía por supuesto en función de la barrera idiomática de cada país pero por lo general, raro es que un diplomático no hable al menos tres idiomas y pueda chapurrear conversaciones o palabras en otros tantos.
10. Ser una persona con recursos.
“Lo perfecto es enemigo de lo bueno”. Voltaire
Como buen generalista, un diplomático se puede topar con cualquier caso a lo largo de su carrera: desde crisis humanitarias hasta atentados terroristas pasando por incidentes entre ciudadanos españoles, desmadres protocolarios o abusos de autoridades. ¿Solución? Sentido común, imaginación, creatividad y el talento de encontrar respuestas coherentes a problemas impredecibles.
11. Saber escuchar, empatizar y ser flexible.
“El que anda mucho y lee mucho, ve mucho y sabe mucho”. Cervantes
A más honda sea la brecha cultural entre su país de origen y el de destino, más necesitará un diplomático escuchar, leer y tener la mente lo suficientemente abierta para tratar de empaparse y conocer el entorno en el que trabaja.
En resumidas cuentas, como decía el diplomático británico Harold Nicolson: “These, then, are the qualities of my ideal diplomatist. Truth, accuracy, calm, patience, good temper, modesty and loyalty. They are also the qualities of an ideal diplomacy. But, the reader may object, you have forgotten intelligence, knowledge, discernment, prudence, hospitality, charm, industry, courage and even tact. I have not forgotten them. I have taken them for granted.”
Antonio Pérez-Hernández Durán es el consejero cultural de la Embajada de España en Budapest.